En el momento del impulso,
perdiste el equilibrio
y la adrenalina te hizo volver,
pero ya era tarde...
Lo pensaste un segundo
y lo echaste a perder.
Sentís impotencia
y la realidad te amarra los píes.
Frente a mí, tus ojos se avergüenzan;
sólo tenías que dejarte caer
y sentir el impacto de ese secreto
que te envolvía en placer.
Te fugaste por una calle sin salida
y el orgullo te empezó a correr;
te diste cuenta en el amague
y la frustración te encontró
para verte llorar y padecer.