No siento la menor pena por mí misma. Sigo sin ser una víctima, porque podría haber salido del restaurante con mi dignidad intacta y con mi cartera vacía. Podría haberle dado lecciones de moral a aquel hombre, o haber intentado hacerle ver que ante sus ojos estaba una princesa, que era mejor conquistarla que comprarla. Podría haber adoptado un sinfín de actitudes, sin embargo, como la mayoria de los seres humanos, dejé que el destino escogiese que rumbo tomar.
No soy la única, aunque parezca que mi destino es más ilegal y marginal que el de los demás. Pero, en la búsqueda de la felicidad, estamos todos suspensos: el ejecutivo/musico, el dentista/escritor, la cajera/actriz, el ama de casa/modelo... Ninguno de nosotros es feliz.
Paulo Coelho
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