Teniéndote enfrente, observaba cada detalle de tus gestos. Sentía tus besos que recorrían mi cuello, trataba de concentrarme en mis acciones, pero lo que generabas era impactante en mi piel. Decidí abrazarte y sentarme arriba tuyo, sin ningún permiso y mirándote a los ojos... Sabía que estabas sintiendo lo mismo que yo, tenía la certeza de que era mutuo. Un placer inmenso que surgía desde adentro, calor aberrante que aparecía en cada roce, esa conexión extrema en cada mirada.
Era tan perfecta la sincronicidad, que podría haberlo imaginado mucho antes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario