jueves, 19 de diciembre de 2013
Querida vieja...
No sabría explicarte la gran falta que me hacés...
Todavía recuerdo cuando falleció el abuelo, que me dijiste que jamás habías pensado que se sentía tanto dolor por la ausencia de un padre. Hoy te entiendo perfectamente, porque el dolor que siento al no tenerte es indescriptible.
Si hay algo que realmente tengo que agradecerte, es que me hayas alentado y ayudado a hacer esto que tanto me apasiona. ¿Qué sería de mí, hoy en día, sin mis máquinas, sin mis lápices, sin mis acuarelas, sin mis acrílicos, etc. etc.? Sin duda, no tendría la fuerza que hoy tengo para todo...
Eternamente agradecida por tus esfuerzos para que yo aprenda, por tus noches a mi lado mientras dibujaba, por tus críticas constructivas, por tu compañerismo a la hora de pintar sobre tela, por tus visitas mientras estaba tatuando... Por todo tu amor, tu confianza y tu creencia de que podía hacerlo bien.
Mamá, me criaste como una mujer de fe; me enseñaste a tenerle fe a la vida, a mis proyectos y a las personas que me rodean. Me inculcaste pelearla y remarla, más allá de cualquier circunstancia. Me hiciste ser una persona de bien, con defectos y fallas, alguien capaz de hacer muchísimo por el otro. Fuiste, sos y serás, la mujer más maravillosa que conocí, y qué irónica es la vida, que jamás me hizo animar a decírtelo; pensando que iba a tenerte siempre, que ibas a estar conmigo en cada logro, en cada caída.
Sé que me amaste con toda tu alma, que me diste, literalmente, todo de vos. Cada segundo, cada acto y cada decisión, todo, lo hacías con sólo una condición, el bienestar mío y de mi hermano. Fuiste una madre increíble, y espero el día de mañana, cuando forme mi familia, poder aunque sea ser una mitad de todo eso.
Te amo, vieja, ¡y te extraño más que a nada en este mundo! Sos la razón del querer ser mejor cada día, del querer salir adelante y concretar cada uno de mis proyectos.
¡Cómo me gustaría abrazarte y escuchar tu voz, la puta madre!
Todavía recuerdo cuando falleció el abuelo, que me dijiste que jamás habías pensado que se sentía tanto dolor por la ausencia de un padre. Hoy te entiendo perfectamente, porque el dolor que siento al no tenerte es indescriptible.
Si hay algo que realmente tengo que agradecerte, es que me hayas alentado y ayudado a hacer esto que tanto me apasiona. ¿Qué sería de mí, hoy en día, sin mis máquinas, sin mis lápices, sin mis acuarelas, sin mis acrílicos, etc. etc.? Sin duda, no tendría la fuerza que hoy tengo para todo...
Eternamente agradecida por tus esfuerzos para que yo aprenda, por tus noches a mi lado mientras dibujaba, por tus críticas constructivas, por tu compañerismo a la hora de pintar sobre tela, por tus visitas mientras estaba tatuando... Por todo tu amor, tu confianza y tu creencia de que podía hacerlo bien.
Mamá, me criaste como una mujer de fe; me enseñaste a tenerle fe a la vida, a mis proyectos y a las personas que me rodean. Me inculcaste pelearla y remarla, más allá de cualquier circunstancia. Me hiciste ser una persona de bien, con defectos y fallas, alguien capaz de hacer muchísimo por el otro. Fuiste, sos y serás, la mujer más maravillosa que conocí, y qué irónica es la vida, que jamás me hizo animar a decírtelo; pensando que iba a tenerte siempre, que ibas a estar conmigo en cada logro, en cada caída.
Sé que me amaste con toda tu alma, que me diste, literalmente, todo de vos. Cada segundo, cada acto y cada decisión, todo, lo hacías con sólo una condición, el bienestar mío y de mi hermano. Fuiste una madre increíble, y espero el día de mañana, cuando forme mi familia, poder aunque sea ser una mitad de todo eso.
Te amo, vieja, ¡y te extraño más que a nada en este mundo! Sos la razón del querer ser mejor cada día, del querer salir adelante y concretar cada uno de mis proyectos.
¡Cómo me gustaría abrazarte y escuchar tu voz, la puta madre!
miércoles, 18 de diciembre de 2013
Ahora
Quizás haya pasado el tiempo de usar las palabras, y me quede sólo por disfrutar el desenlace de esta historia. ¿Sabés cuánto tengo para decirte? ¿Sabés cuánto callé? Por miedo, por falta de ovarios, por mucho razonar, no lo sé...
Pensé que escondiendo muchos de mis sentimientos y silenciando cada uno de mis gestos, ibas a quedarte mucho más tiempo a mí lado, y así fue, pero no resultó ser lo que quería. Porque yo no quiero sólo verte, besarte y tocarte... Yo quiero ser tu abrazo cuando lo necesites, yo quiero ser la que se aguante tu mal humor, la que te cuide cuando estés cansado, la que te prepare un té cuando estés enfermo, o simplemente, la que te haga compañía en silencio. Yo quiero ser todo de vos, pero ya no sé qué es lo que vos querés conmigo.
domingo, 8 de diciembre de 2013
2013
Un año que despido con mucho rencor, con mucho resentimiento y con el alma vacía. Un año que me hace despedir de muchos proyectos, de muchas oportunidades y de muchos sueños. Un año que me hace perder la paciencia, los buenos modales y la sonrisa. Un año que no quiero recordar, que no deseo vivir más y que no puedo soltar. Un año que perdí todo lo que amaba, que viví todo lo que quería y que no tiene sentido.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)