No sabría explicarte la gran falta que me hacés...
Todavía recuerdo cuando falleció el abuelo, que me dijiste que jamás habías pensado que se sentía tanto dolor por la ausencia de un padre. Hoy te entiendo perfectamente, porque el dolor que siento al no tenerte es indescriptible.
Si hay algo que realmente tengo que agradecerte, es que me hayas alentado y ayudado a hacer esto que tanto me apasiona. ¿Qué sería de mí, hoy en día, sin mis máquinas, sin mis lápices, sin mis acuarelas, sin mis acrílicos, etc. etc.? Sin duda, no tendría la fuerza que hoy tengo para todo...
Eternamente agradecida por tus esfuerzos para que yo aprenda, por tus noches a mi lado mientras dibujaba, por tus críticas constructivas, por tu compañerismo a la hora de pintar sobre tela, por tus visitas mientras estaba tatuando... Por todo tu amor, tu confianza y tu creencia de que podía hacerlo bien.
Mamá, me criaste como una mujer de fe; me enseñaste a tenerle fe a la vida, a mis proyectos y a las personas que me rodean. Me inculcaste pelearla y remarla, más allá de cualquier circunstancia. Me hiciste ser una persona de bien, con defectos y fallas, alguien capaz de hacer muchísimo por el otro. Fuiste, sos y serás, la mujer más maravillosa que conocí, y qué irónica es la vida, que jamás me hizo animar a decírtelo; pensando que iba a tenerte siempre, que ibas a estar conmigo en cada logro, en cada caída.
Sé que me amaste con toda tu alma, que me diste, literalmente, todo de vos. Cada segundo, cada acto y cada decisión, todo, lo hacías con sólo una condición, el bienestar mío y de mi hermano. Fuiste una madre increíble, y espero el día de mañana, cuando forme mi familia, poder aunque sea ser una mitad de todo eso.
Te amo, vieja, ¡y te extraño más que a nada en este mundo! Sos la razón del querer ser mejor cada día, del querer salir adelante y concretar cada uno de mis proyectos.
¡Cómo me gustaría abrazarte y escuchar tu voz, la puta madre!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario